
El cine-concierto presentará un programa exclusivo de dieciséis películas de Georges Méliès, con una duración desde 1 hasta 15 minutos cada una, enteramente restauradas y acompañadas, como en los años 1900, por un pianista (en este caso, Lawrence Lehérissey, tataranieto de Méliès) y un "bonimenteur", un vendedor de ilusiones, rol a cargo de Marie-Hélène Lehérissey-Méliès, quien es una cuenta-cuentos con mucha inspiración y humor.
Las películas originales fueron encontradas, restauradas, conservadas y montadas gracias al trabajo de la asociación Les Amis de Georges Méliès fundada en 1945. Música original compuesta por Lawrence Lehérissey.
Georges Méliés, un inventor genial

Entusiasmado con el invento de los hermanos Lumière «que pone el mundo al alcance de la mano», fabrica su propio aparato de filmación y hace sus primeras películas ya en 1896. Méliès introdujo los trucos de teatro y de ilusionismo en el cine y jugó con la fascinación que ejerce sobre el público lo que no comprende. Personajes que crecen o se reducen, desaparecen y se metamorfosean o multiplican. Hombre orquesta, Méliès se ocupa de todas las tareas: productor, guionista, director, distribuidor. Él mismo construye y pinta los decorados y es también actor en la mayoría de sus films.

Entre 1896 y 1912, filma 520 películas (de la cuales se encontraron 210) en su estudio de Montreuil, primer estudio cinematográfico vidriado. Su arte llega al punto culminante con el "Viaje a la Luna" (Voyage dans la lune), de 1902, muy inspirado en Julio Verne: 260 metros de celuloide y pura fantasía, con los que sedujo a América. Sus «espectáculos cinematográficos», en total casi 600, se presentaron en su mayoría en el teatro del Châtelet en París. En estos espectáculos se reúnen el ballet, los efectos de luces y el canto.
Méliès funda entonces Star film y se lanza a la conquista del polo. Este proyecto casi obsesivo, cuyo héroe es un gigante de las nieves, es el inicio del descenso, a medida que el público se cansa de las películas con trucos y comienza a interesarse en las producciones de Gaumont Pathé y Éclair, dos imperios nacientes que se dedican al burlesque, las actualidades y los dramas históricos. El cine menos soñador y más realista sale de las ferias para ir a los cines de las grandes avenidas. Incapaz de renovarse, Méliès filma sus últimas películas en 1912. Cae en la ruina, vende el teatro Robert-Houdin y su estudio en 1923 para pagar deudas y quema sus negativos en un acceso de ira. A fines de los años 20 cae en el olvido; el flacucho de barba ronda una juguetería y confitería en medio de las corrientes de aire de la estación Montparnasse. Su obra fue redescubierta por los surrealistas. En 1931 obtiene la Legión de Honor.
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